¿Cuántas veces sentiste la necesidad de abrir la puerta? ¿Cuántas son las ganas de escapar de ese lugar que venís sosteniendo por el deber ser, pero que en nada te identifica? ¿Cuántas veces dijiste "¡basta!"? ¿Cuántos empujes de aliento o momentánea fuerza interior ha surgido en vos, para romper las cadenas que te tienen prisionero? Cuántas veces ya lo intentaste y sin embargo salirte de ese incómodo lugar no te llevó al resultado que buscabas?

 

Creo que los seres humanos tenemos por naturaleza la necesidad imperiosa de movernos, de mutar, de transformarnos cuando algo en el presente no nos gusta o nos hace sufrir; pero ya lo sabemos, no siempre es fácil de lograrlo, a veces nos atrapa el miedo, nos retiene la rutina, nos engañan las tareas diarias, los contratiempos, las urgencias, las responsabilidades. A veces quedamos ocultos detrás de la vergüenza, del prejuicio, de la mirada externa, del qué dirán. Quedamos tomados por la sentencia del otro, y terminamos actuando muy a pesar de nuestro sentir. Puede ocurrir incluso, que este otro que nos exige se transforme en la voz que surge de nuestro propio interior y no nos perdonemos si fallamos. Para que el cambio se produzca ahí tenemos que llegar, al interior, al lugar más verdadero, más honesto, más fiel, más complejo y caótico de nuestro ser. Justo ahí, para vernos reflejados, contemplando nuestras arrugas, nuestras cicatrices, nuestras marcas personales...

 

Entendiendo cuál es la trampa que nos hemos fabricado para evitarnos, al fin de cuentas, la fortuna de descubrirnos incompletos. Y cuando hallamos descifrado el enigma podremos evaluar si hacemos pie para rebotar desde el fondo y resurgir, pegar el salto, romper las cadenas, quebrar la coraza. Abrir la puerta para ser un poco más genuinos, escribir nuevos capítulos en esta historia que es la vida, de eso se trata, pero a sabiendas de que uno lo intentó, que buscó la manera, que no se resignó echándole la culpa al destino. Vale la pena descubrir qué responsabilidad tenemos en lo que nos sucede en esta vida y vale la pena sorprenderse de lo que uno es capaz de dar. Hay que ser atrevido y permitirse ir haciendo camino, alcanzar un poco de felicidad y disfrutar. ¿Te animás?